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El Primer Viaje de Cari

Soy Cari, tengo 34 años y nunca sé decir bien de dónde soy o qué hago.

Podríamos decir que soy de sangre charrúa, nacida en Argentina, y criada mitad y mitad entre las dos orillas del Río de la Plata.

En Colonia del Sacramento están mis orígenes, mi familia y mis cables a tierra; en Capital Federal, la militancia por un mundo mejor compartida con las amistades que elegí para toda la vida cuando me fui a estudiar Derecho Penal a la UBA con sólo 18 años.

 
El primer viaje

Viví en Argentina 12 años que se me pasaron volando. Viví de todo.

Había planeado ese primer viaje sola, a «buscarme la vida», desde siempre quizás, pero en acciones desde los 15 años, cuando me puse a trabajar para ahorrar plata y poder mantenerme el primer tiempo en una ciudad que desde Colonia asustaba tanto.

Sabía que no había chance de error, que no iba a volver por no lograrlo.

 
Amigas

Al llegar viví dos años en una residencia estudiantil y conocí a más de 120 mujeres de toda Argentina y el mundo, de donde saqué muchísimas amigas. Entre ellas a Nath, Gloria y Flor con quienes compartimos viajes, sueños y este hermoso emprendimiento.

Fue la primera manada de mujeres que me hicieron fuerte. Después tuve la suerte de que siguieran muchas más.

Me fui a estudiar derecho, ¡pero lo que aprendí fue mucho más!

Me encantó el tiempo en el que me dediqué a ser abogada con el sueño de un mundo más justo.

Pero llegó un momento en el que quería ser más, explorar más facetas, recuperar a la persona que había antes de la abogada, desafiarme y volver a empezar siendo otras cosas.

Soy de esas personas que podrían haber hecho mil carreras y profesiones, y que todas las haría (creo) con la misma pasión que me caracteriza en todo.

 
Patear el tablero y empezar de nuevo

Cuando me di cuenta que no me gustaba la competencia que caracterizaba mi profesión, y que era difícil ser otra cosa cuando todo el mundo te conoce y te define, quise que me vuelva a pasar, por segunda vez, irme a un lugar nuevo donde nadie me conociera y yo me pudiera definir como quisiera.

¡No me importaba a dónde! Renuncié a mi trabajo diciendo que me iba a Australia, pero como no se dio, después dije que sería Nueva Zelanda y cuando finalmente me vine a Irlanda, ya nadie sabía para dónde había «arrancado».

Es que eso era lo de menos, el lugar elegido era el que me permitiera estudiar, aprender inglés para viajar y trabajar para volver a empezar.

 
¡Ya pasaron 5 años y otra vez pasó de todo!

Me enamoré y me fui a vivir en pareja, me separé; viajé por más de 20 países, sola, acompañada, turisteando, haciendo voluntariados, con dinero y también sin un peso, hablando la lengua y no entendiendo ni una palabra. Conocí mares, aguas, peces de todos colores, desiertos, noches minadas de estrellas fugaces, conocí el mundo y no quiero parar de verlo, escuchar sus sonidos, probar sus comidas, sonreír con sus pueblos.

Me puse a juntar los papeles para hacerme la ciudadanía italiana y ¡descubrí que soy SÉPTIMA GENERACIÓN!, pero pese a que pasaron más de 150 años logré encontrarlos y viajar a mis orígenes en todos los sentidos imaginables, hasta llegar a reencontrarme con la rama de mis ancestros que se quedaron en las Montañas de los Valles Valdenses, recorrer sus casas y ser italiana en papeles y corazón.

Cambié de carrera. Quise transmutar la tristeza y oscuridad del derecho penal, que en mi durante mucho tiempo fue enojo, por risas y juegos entre peques. Busqué y encontré, como siempre. La Educación Montessori se abrió como lo que quería ser ahora, alguien que pueda comprometerse con una mejor educación de nuestres peques, que son el futuro.

 
Vaga-Mundo

Empezó como una idea por no saber inglés y pensar ¿qué puedo dar de lo que sé y lo que tengo en este nuevo país?

Después fui dándole forma hasta convertirlo en mi trabajo, y crear mi propio emprendimiento, lo cual no había hecho jamás y ¡que me desafía todos los días!

Me convertí en EMPRENDEDORA DE PROFESIÓN porque me di cuenta que era lo que siempre quise. Canalizar mis ideas y energías en proyectos en los que creo, cranearlos, hacerlos sin las trabas burocráticas de empresas grandes, jerarquías o el propio Estado. 

Buscarle la vuelta a todo por entender que cuando somos seres que nos interesa la justicia social vamos a hacer eso en cualquier cosa que hagamos.

Y que si hacemos lo que sea, con el corazón en la mano, una sonrisa, y rodeada de gente igual de poderosa, ¡todo desafío vale la pena!

Si miro para atrás, ¡no cambio nada y agradezco cada viaje!

 

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